sábado, 9 de agosto de 2014

El encuentro tardío, pero enriquecedor, de Rubem Alves con la poesía (I)

8 de agosto de 2014

Desde hace unos años tengo perdida mi respetabilidad académica. Nadie me la quitó, pero un buen día, por razones que no me sé explicar, algo sucedió en mí. No sé qué me pasó, mas lo cierto es que de repente me descubrí incapaz, en absoluto, de pensar, hablar y escribir analíticamente. Fui poseído por la forma poética y sigo por ella poseído cuando escribo. Aunque esto me gusta, me crea también muchos problemas con auditorios científicos y académicos, porque esa gente no cree que la poesía sea algo serio; sin embargo, yo creo que es la cosa más seria: creo que Dios es poesía. Si pudiese hacer una nueva traducción del texto de Juan: “y el Verbo se hizo carne”, pondría “y un Poema se hizo carne”.[1]
R.A., “Cultura de la vida”

El encuentro tardío, pero enriquecedor, de Rubem Alves y la poesía (I)Ciertamente el acceso de Rubem Alves a la poesía fue tardío, pero llegó a ser definitivo, enriquecedor y sumamente placentero. Las líneas que presiden este texto dan fe de cómo, en un momento determinado de su vida, experimentó un “giro poético” que impactó la totalidad de su pensamiento, en todos los sentidos. Incluso la manera en que se orientó su escritura, sin buscar escribir poemas como tales, manifestó una ruptura más, de entre las varias que sufrió, aunque en este caso el “golpe” de la “forma poética” resultaría determinante para vaciar en ella todo lo que escribiría luego de haber sido reconocido como teólogo y educador. Lado a lado con sus preocupaciones permanentes, la poesía lo acompañó permanentemente y nunca lo abandonó, pues por el contrario, el conocimiento de los autores que lo marcaron iluminó profundamente su obra.

El momento de dicho encuentro no podría fecharse con total certidumbre, pues si a fines de los años 80 tenía tan claro lo que le había sucedido, el paso del tiempo le aclararía aún más ese proceso de cambio. Así lo describió en una breve crónica de Quarto de badulaques (2003; en español: Cuarto de cachivaches, 2009), un “cajón de sastre” sobre múltiples temas, en la que hace un recorrido muy personal del asunto. Primeramente manifiesta el asombro por lo sucedido: “Descubrí la poesía tardíamente, después de rebasar los cuarenta años. ¡Qué pena! ¡Cuánto tiempo perdido! La poesía es unja de mis mayores fuentes de alegría y sabiduría. Como dice [Gaston] Bachelard: “Los poetas nos dan una gran alegría de palabras…”.[2] Podría decirse que tras toda una vida la poesía le llegó demasiado tarde, pero él sentía que no fue así.

Inmediatamente después se dirige al lector o lectora hipotéticos: “Por eso te pregunto: ¿lees poesía? Si no lo haces, trata de hacerlo. Cambia los programas de televisión por la poesía”. Y agrega una serie de observaciones creativas sobre los prejuicios tan extendidos sobre su comprensión: “Si me dices que no entiendes la poesía, aplaudiré: ¡qué bueno! ¡Solamente los tontos creen que la entienden! ¡Solamente los oradores tienen la pretensión de entender la poesía!”. Después, expone con vehemencia lo que entiende como su propósito mediante varios ejemplos y una propuesta concreta: “La poesía no es para eso. Es para ser vista. ¡Lee el poema y trata de ver lo que él pinta! ¿Necesitas entender un lunar? ¿Una nube? ¿Un árbol? ¿El mar? Basta con ver. ¡Ver, sin comprender, es una felicidad! Lee poesía para que tus ojos se abran”. Para Alves, leer un poema es aprender a mirar, es una experiencia iniciática, casi mística.

Y en ese punto ofrece sus recomendaciones específicas, algunos de los nombres que resultaron significativos en su caminar como lector de poesía. El orden en que aparecen no es de ninguna manera aleatorio, aunque en esta ocasión sólo mencionó autores/as de habla portuguesa: Cecília Meireles (1901-1964) y Adélia Prado (1935) en primer lugar, autoras cuya obra citó persistentemente. Alberto Caeiro, heterónimo del portugués Fernando Pessoa (1888-1935), con quien se identificó muchísimo por su levedad y tendencias panteístas. Mário Quintana (1906-1994), Lya Luft (1938), Maria Antônia de Oliveira (1964), a quienes leyó en una etapa posterior. Se trata de una lista ya filtrada por los años y enriquecida por largos periodos de lectura en la que le acompañaron muchos amigos de una tertulia semanal en Campinas. “Lee poesía para ver mejor. Lee poesía para estar tranquilo. Lee poesía para embellecerte. Lee poesía para aprender a oír. ¿Has pensado que, tal vez, hablas demasiado?”. Así concluye la crónica, en un tono amable, pero firme, de invitación.

En una memorable ponencia de 1981, Alves se quejó amargamente de la nula presencia protestante en la literatura de su país, algo inexplicable dada la antigüedad de las iglesias históricas y el aceptable nivel cultural que las había caracterizado. Sus palabras fueron puntillosas y duras:

Yo esperaría, por otra parte, que el protestantismo hubiese hecho alguna contribución a la literatura brasileña. Hemos buscado una gran novela... pero en vano [...] lo que sucede es que la literatura no puede sobrevivir en medio de esta obsesión didáctica, porque su vocación es estética, contemplativa, y su valor es tanto más grande mientras más grande es su capacidad para producir estructuras paradigmáticas a través de las cuales las figuras y ligámenes ocultos de lo cotidiano son observados. Los literatos protestantes no pueden huir del hechizo de sus hábitos de pensamiento. Sus novelas son sermones travestidos y lecciones de escuela dominical enmascaradas. Al final, la gracia de Dios triunfa siempre, los creyentes son recompensados y la impiedad es castigada. El último capítulo no necesita ser leído.[3]

De ahí que, cuando por fin se transformó su estilo, aproximadamente en 1983, poco después de publicar La teología como juego y Creo en la resurrección del cuerpo, pareció asumir él mismo la tarea de superar su estilo anterior para entrar de lleno en el campo literario. En sus primeros libros, la poesía estaba totalmente ausente y es hasta ¿Qué es la religión? (1981), y sobre todo de Poesía, profecía, magia (1983), que finalmente dio el salto hacia la expresión de estirpe poética de forma definitiva. En ¿Qué es la religión?, Alves cita textos y poemas de Archibald McLeish (Estados Unidos, 1892-1982), Cecilia Meireles y el visionario inglés William Blake (1757-1827). Del primero, al referirse a quienes construyen cosas mediante palabras, recuerda la siguiente frase: “Un poema debería ser palpable y mudo como un fruto redondo; no debería tener palabras como el vuelo de los pájaros, no debería significar nada sino simplemente… ser”. De Meireles incluye esta cita: “De un lado, la estrella eterna, y del otro la vacante incierta…”, al hablar de la búsqueda del sentido de la vida. Y de Blake son estos versos: “"Ver un mundo en un grano de arena / y un cielo en una flor silvestre,/ asegurar el infinito en la palma de la mano / y la eternidad en una hora”, que retomaría muchas veces (hasta darle título a dos de sus libros), a propósito de “la sensación inefable de eternidad e infinitud, de comunión con algo que nos trasciende, envuelve y contiene, como si fuese un útero materno de dimensiones cósmicas”. En ese libro aún es notoria la timidez con que se refiere a los poetas, quizá porque aún no se sentía del todo seguro al momento de abordarlos.

En 1990 fue invitado por la Universidad de Birmingham, Inglaterra, a dictar las Conferencias Edward Cadbury y aquel pequeño volumen (80 pp.) sería la base de las mismas, con las que daría comienzo, al publicarse ese mismo año bajo el título de The poet, the warrior, the prophet (El poeta, el guerrero, el profeta) a una obra que se transformaría con el paso del tiempo hasta convertirse en Lições de feitiçaria. Meditações sobre a poesia (Lecciones de hechicería. Meditaciones sobre la poesía), en 2003, posterior a la publicación de la versión portuguesa en 1992. Ese libro contiene la quintaesencia de lo que su autor desarrolló en toda su vida sobre las realidades humanas influidas por una perspectiva poética. Estaba a punto de descubrir a T.S. Eliot (1888-1965), el gran poeta anglo-estadunidense, Premio Nobel en 1948, quien lo sacudiría aún más, y a Octavio Paz, quien con las ideas expuestas en El arco y la lira completaría el panorama estético del también autor de Protestantismo y represión.



[1] R. Alves, “Cultura de la vida”, en Simón Espinosa, comp., Hacia una cultura de la paz. Caracas, CLAI-Comisión Sudamericana de Paz-Nueva Sociedad, 1989, p. 15. Énfasis agregado. Este texto fue presentado en una reunión auspiciada por los dos organismos coeditores, en abril de 1989. Debo el acceso al mismo a Arturo Arce Villegas e Israel Flores Olmos.
[2] R. Alves, “Poesía”, en Cuarto de cachivaches. México, Ediciones Dabar, 2009, p. 89.
[3] R. Alves, “Las ideas teológicas y sus caminos por los surcos institucionales del protestantismo brasileño”, en P. Richard, ed., Materiales para una historia de la teología en América Latina. San José, Departamento de Investigaciones Educativas, 1981, pp. 345-346. Recogido también en Dogmatismo y tolerancia [1982]. Bilbao, Ediciones Mensajero, 2007 (La barca de Pedro, 23).

Rubem Alves, el teólogo que escapó del gueto de las iglesias

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/07/27/actualidad/1406417217_489051.html

LUCAS LACAZ (FOLHAPRESS)
JUAN JOSÉ TAMAYO
La muerte del brasileño Rubem Alves el pasado 19 de julio ha teñido de luto a la teología latinoamericana, y muy especialmente a la teología de la liberación, de la que algunos autores le consideran el padre y fue, ciertamente, uno de sus principales iniciadores, junto con otras grandes figuras como José Comblin, José Míguez Bonino, Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea y sus compatriotas Hugo Assmann y Leonardo Boff. Su tesis doctoral, Hacia una teología de la liberación humana, publicada con el título de Teología de la esperanza humana,causó un profundo impacto en el panorama filosófico, teológico y científico-social mundial. La editorial Sígueme la publicó en 1973 con el título Cristianismo, ¿opio o liberación? con una presentación del teólogo norteamericano Harvey Cox, autor de la paradigmática obra La ciudad secular, que definía a Alves como un intelectual que sabía “combinar el corazón apasionado y comprometido del Tercer Mundo con una inteligencia refinada” y cuya mente “puede agrupar, como herencia, bajo un solo enfoque, las opiniones de Franz Fanon, Karl Marx, Jürgen Moltmann, Mario Savio, Karl Barth y Paul Lehmann, y enriquecerlos con las ideas de intelectuales latinoamericanos, tal como como Esdras Costra y Paulo Freire”.
¿Se extralimitaba Cox con tal reconocimiento? Creo que no. Alves se convirtió muy pronto en referencia obligada para la elaboración de una teoría crítica de la civilización actual y de la teología, tanto tradicional como moderna, así como un crítico radical de la dictadura brasileña y del fundamentalismo de las iglesias cristianas. Por ambas críticas tuvo que pagar un doble precio: la persecución de la dictadura de su país que le obligó a exiliarse y la expulsión de la Iglesia Presbiteriana, a la que pertenecía. Con todo, fue esta una condena beneficiosa, ya que, según la interpretación de Leopoldo Cervantes-Ortiz, “Alves salió para siempre del gueto de las iglesias para entrar de lleno en el terreno de la imaginación”. Es la experiencia que hemos vivido muchos teólogos y teólogas heterodoxos de nuestras iglesias, que nos ha conducido por los caminos de una teología inclusiva, interreligiosa, intercultural, interétnica e interdisciplinar, que nos ha enriquecido humana y religiosamente y a la que nunca hubiéramos llegado si nos hubiéramos instalado en el regazo eclesiástico materno.
Alves incorpora un nuevo lenguaje a la teología: el del humanismo político, que es el de la esperanza; el de la libertad, que anuncia un ser humano y una comunidad alternativos; el histórico, que habla de los sufrimientos, los gozos y las esperanzas de los hombres; el secular y secularizado, que abandona la metafísica, “lo religioso” y los absolutos eclesiásticos, pero también los absolutos históricos; el iconoclasta, subversivo y de la imaginación, que rechaza los hechos como límite, da nombre a las cosas ausentes, rompe el hechizo de las cosas presentes y abre caminos hacia el futuro. Es, en fin, el lenguaje de la esperanza, que define como “el presentimiento de que la imaginación es más real que la realidad y que la realidad es menos real de lo que parece”. ¡Maravillosa definición!
Alves fue un pensador interdisciplinar que transitó por la teología, la literatura, la filosofía política, el psicoanálisis, las ciencias sociales y la educación. Todas sus obras son un intento, creo que logrado, de construir una teología lúdico-poética-erótica centrada en el cuerpo y en la vida en su dimensión real. El lugar de la teología es la vida cotidiana, no la academia. Teología y vida interactúan. Teología y literatura están en diálogo permanente. Su hablar de Dios y con Dios tiene como principales interlocutores a los poetas y otros autores literarios. Una de sus sugerencias finales fue sustituir la palabra teología por teo-poesía. Creo que habría que atenderla en beneficio de la teología y de la poesía. Solo por eso merece un lugar destacado en ambos lares.
Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso, Tirant lo Blanch, 2011.

Boff, Rubem Alves e Lisboa fazem reflexões sobre a espiritualidade

www.unicamp.br/unicamp/noticias/boff-rubem-alves-e-lisboa-fazem-reflex%C3%B5es-sobre-espiritualidade-0

14/06/2004 - 18:00

    15 de junho de 2004 - Deus inventou a Igreja e, o diabo, o clero. Com estas palavras, o editor Valter Castelli introduziu hoje, no auditório da Faculdade de Ciências Médicas (FCM) da Unicamp, alguns dados biográficos sobre o teólogo Leonardo Boff. Este, em particular, foi uma herança deixada pelo pai do ex-jesuíta. Segundo Castelli, talvez esta mentalidade tenha influenciado Boff a tomar uma decisão muito radical, na época: abandonar a Igreja Católica e formar um grande movimento – a Teologia da Libertação (uma linha progressista da Igreja Católica), fenômeno mundial que conta com mais de 100 mil comunidades de base e perto de um milhão de unidades menores.
    O teólogo esteve na Unicamp para um debate sobre espiritualidade com o educador Rubem Alves, professor aposentado da Universidade, e o jornalista Luiz Carlos Lisboa, todos escritores. Eles também vieram para lançar seus livros Novas Fronteiras da Igreja, de Leonardo Boff; Se eu pudesse viver minha vida novamente... , de Rubem Alves; e O som do silêncio, de Luiz Carlos Lisboa. Uma segunda edição deste evento acontecerá hoje, às 19 horas, na loja Fnac, do Parque Dom Pedro Shopping. A entrada é franca. Boff confessou que manteve uma briga "intestina" com a Igreja e chegou a sentir ódio de uma autoridade eclesiástica. "Fui buscar refúgio na natureza para conseguir me libertar deste sentimento. Nutri muita tristeza, mas não sofri amargura, pois esta corrói como um câncer", descreve. 

    Em seu livro Novas Fronteiras da Igreja, a tese de base da obra parte da abordagem de que a Igreja é fruto de uma decisão histórica do século 3 d.C. "E carrega ainda a mesma função política de apaziguar, porém deixa de evangelizar os pobres, deixando-os às margens da sociedade", explica. Boff conta que hoje vive outro momento histórico. A Igreja que acredita é aquela que vive em mobilização e libertação. "Tentamos reinventar a Igreja." O teólogo acredita na força do novo cristianismo, o qual tem muita chance de acompanhar sua época planetária. "Que a nossa chama interior não seja boa somente para nós", conclui.
    Convenções - Rubem Alves, hoje vivendo mais a escrita e a poesia, revela que sua experiência religiosa foi suficiente para que fugisse ao dogmatismo. "A universidade age consoante à religião. Os 'deuses' são travestis, que mudam de roupas a cada passo. Na cátedra, somos obrigados a seguir à risca os princípios científicos e sua linguagem, além de incorporar uma rigidez de atitudes extrema", exemplifica. Ele comenta que comecou a ser escritor depois que saiu da universidade e que deu asas aos seus impulsos. "Fiz isso e me sinto feliz. Não quero consertar nada mais em minha vida, nem os erros. Mas não vendo fórmulas prontas. Só cheguei a este ponto, pois tudo ocorreu de modo contrário ao que planejei", revela.
    Curiosamente, quando Rubem Alves se encaminhava para o debate na Unicamp, ele se perdeu no campus. O fato não teria ocorrido em anos anteriores como professor da Universidade, local por onde andava com desenvoltura. Este foi um de seus comentários assumindo a nova fase de escritor e poeta. O Som do Silêncio, esclarece Lisboa, reúne pensamentos e artigos publicados no Jornal O Estado de São Paulo, ao longo de 30 anos como colaborador do veículo. Nele, o escritor responde a uma questão instigante: "observar é fundamental, mas não se deve perder de foco quem é o observador", adverte. "É uma volta sobre si mesmo".
    Sinopse O som do silêncio, de Lisboa, permite ao leitor realizar viagens em busca do eu interior. O autor propõe meditações em pequenos textos com temas variados, geralmente inspirados na natureza e em tudo o que rodeia o ser humano – o som, a lua, o sol, a presença do ausente, o amor, as emoções, a capacidade de sentir, a solidão e o estar só. O livro propõe uma interpretação diferente a cada momento, a cada leitura. Em Se eu pudesse viver minha vida novamente..., Rubem Alves viaja no tempo e no espaço e lança o olhar sobre os sonhos, as perdas e ganhos, detendo-se em pequenos detalhes que fazem toda a diferença, "recorrendo a memórias, ora felizes, ora dolorosas, quase sempre com um toque de nostalgia, que não é arrependimento, mas sim uma saudade gostosa de algo vivido em plenitude".
    Fundamentado nos conceitos conciliares (Vaticano II) de Igreja-Sociedade (que privilegia a hierarquia) e de Igreja-comunhão (que valoriza a participação leiga e o povo de Deus), Leonardo Boff propõe uma ponte eficaz entre essas duas vivências, segundo moldes amplamente expostos no livro Novas Fronteiras da Igreja, que já ocorrem na América Latina. Sob a proposição de que "é melhor que errem os teólogos do que os pastores. Há de se evitar as vanguardas teológicas que pretendem pensar em lugar do povo cristão", propõe as premissas da teologia libertadora, formulando, no concreto, "um novo modo de toda a Igreja ser" e anunciando, assim, as novas fronteiras da Igreja, o futuro de um povo a caminho.
    (Isabel Gardenal)
    Fotos digitais: Neldo Cantanti

    Unicamp perde Rubem Alves

    19/07/2014 - 15:56


    O filósofo, escritor, psicanalista e educador Rubem Alves, professor emérito da Unicamp, faleceu no final da manhã deste sábado (19). Ele estava internado no hospital Centro Médico em função de  insuficiência respiratória. Seu corpo foi velado na Câmara Municipal de Campinas e cremado em Guarulhos, no domingo (20). Rubem Alves era docente aposentado do Departamento de Filosofia e História da Educação (Defhe), da Faculdade de Educação (FE) da Unicamp. Recebeu em 1995 o título de professor emérito pela Universidade, distinção concedida a docentes que prestaram relevantes serviços à ciência e à instituição. A Unicamp decretou nesta segunda-feira, dia 21, luto oficial por três dias em razão do falecimento do escritor e Professor Emérito Rubem Alves. 
    Rubem Alves tinha um grande número de publicações, entre crônicas, ensaios, contos e livros. Religião, educação, questões da existência estavam entre os temais mais frequentes em suas obras, muitas voltadas para crianças. Seus livros foram traduzidos para várias línguas, como o inglês, o francês, o italiano, o espanhol, o romeno e o alemão. Sua produção literária e acadêmica foi alvo de várias teses, dissertações e monografias.
    Era bacharel em teologia pelo Seminário Presbiteriano do Sul, em Campinas, mestre em teologia e doutor emfilosofia pelo Seminário Teológico de Princeton (EUA). Além da Faculdade de Educação da Unicamp, Rubem Alves lecionou no Instituto Presbiteriano Gammon, na cidade de Lavras (MG), no Seminário Presbiteriano de Campinas, na Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras da Unesp de Rio Claro. Era mineiro de Boa Esperança.
    RTV apresenta bate-papo poéticoentre Rubem Alves e Adelia Prado
    A RTV Unicamp reapresenta o vídeo: "Poesia - 'bate-papo' entre Rubem Alves e Adélia Prado". Nesse encontro, gravado em novembro de 1990, o educador e escritor Rubem Alves conversa com a poetisa mineira Adelia Prado sobre literatura, silêncio poético,prosa, licença poética, emoção, produção literária, arte e neurose. Segundo Rubem Alves, “A beleza da poesia não tem a ver com aquilo que está acontecendo no momento, mas tem a ver com aquilo que acontece sempre na alma da gente. Quando a gente vê a poesia, a gente volta às origens da própria alma, do próprio corpo. Com a poesia a gente está lidando com a verdade da gente”, afirma. Vale a pena conferir esse bate-papo, verdadeira aula de poesia. Veja o link.
     
    Mais sobre Rubem Alves

    Un discurso inolvidable de graduación

    www.unicamp.br/unicamp/videos/2014/07/19/e-por-falar-em-sonho-discurso-de-rubem-alves-formatura-unicamp-1990
    www.youtube.com/watch?v=qk58UbaH-iM

    Homenaje a Rubem Alves en la Universidad de Campinas

    www.unicamp.br/unicamp/noticias/2014/07/23/rubem-alves-e-homenageado-em-sarau-poetico-na-unicamp

    • Plateia durante o Cole
    • O músico João Arruda
    • O professor Carlos Henrique Brandão
    • O professor Regis de Morais
    Plateia durante o Cole
    Plateia durante o Cole
    O músico João Arruda
    O músico João Arruda
    O professor Carlos Henrique Brandão
    O professor Carlos Henrique Brandão
    O professor Regis de Morais
    O professor Regis de Morais
    Isabel Gardenal
    "Se fosse no ano passado, o Rubem Alves estaria sentado aqui. No domingo, ele nos deixou e, se pudesse falar agora, diria: - as pessoas não morrem; ficam encantadas. Ele ficou encantado", afirmou Carlos Rodrigues Brandão, cientista político e ex-professor do Instituto de Filosofia e Ciências Humanas (IFCH) da Unicamp, durante homenagem ao professor emérito desta Universidade Rubem Alves que, além de escritor e poeta, era considerado por muitos "o orador das multidões". O homenageado faleceu no último dia 20 deste mês em virtude de complicações de um quadro de pneumonia.
    A fala de Brandão ocorreu no contexto de uma roda de conversa realizada no Ginásio Multidisciplinar da Unicamp (GMU) no 19º Congresso de Leitura do Brasil (Cole) com os professores Regis de Morais, Margareth Park, Eliana (Lica), Tarcísio Bregalda e Severino Antônio, atividade que no momento foi designada sarau poético. Essa roda tinha a ver também com o lançamento de Amigos da Poesia, pela Adonis, com as obras intituladas Constelações: Uma Escuta Poética da Infância (Severino Antônio), Enigmas de um Rosto Insone (Regis de Morais), Memoriando: entre Cacos e Poetices (Margareth Brandini Park), Naveganças em três linhas (Tarcísio Bragalda) e Saracura e Seriema, Saíra e Sabiá (Carlos Rodrigues Brandão), que compõem a série que procura reunir a publicação de poetas contemporâneos em uma melodia advinda de uma sensível junção de palavras, a poesia. 

    O público estava visivelmente emocionado, e o silêncio foi rompido com a música de João Arruda. Brandão contou que Rubem Alves foi cremado por um desejo seu e que as suas cinzas ficarão guardadas até o outono, quando serão aspergidas pela família sobre ipês amarelos da Fazenda Santa Elisa, pertencente ao Instituto Agronômico de Campinas.

    Um a um dos amigos poetas lembrou a beleza do talento de Rubem Alves. Lica fez a interpretação do livroCantos do Pássaro Encantado, Margareth Park leu um haicai e o poema mineirinho "Prato de doce" (de sua autoria), Tarcísio falou de encantamento e Severino Antonio comentou o quanto ficou impressionado com os olhos anelantes de Rubem Alves (ao encontrá-lo na Faculdade de Educação da Unicamp) e das memórias que retornaram com sua morte. "Os seus trabalhos falam de lacunas e de eternidade. Têm muitos fios que vão se entretecendo, têm muitos fios e muitas histórias. Nesse momento é importante o silêncio. Em homenagem ao Rubem Alves, que vivia de palavras, invoco o silêncio". 
    Convergência
    O filósofo da educação e poeta Regis de Morais conta que Rubem Alves, então com 26 anos, foi seu professor no Instituto Presbiteriano Gammon. Regis tinha 18 anos. Já na época gostava muito de escrever mas tinha inibição de mostrá-los para alguém mais balizado. “Mostrei minhas poesias justamente para Rubem Alves, que me disse que os versos não estavam perfeito mas que via um poeta presente em cada poema”, relembra. “Foi o primeiro estímulo que recebi.”
    Depois Regis se tornou músico, desistiu; foi para a filosofia e para as ciências sociais. Contudo, foi somente a sua poética que lhe rendeu um verbete. Segundo ele, seus alunos, ouvindo tais poemas, resolveram publicá-los. Em seu relato, descreve: "Selecionei, relutante, 38 deles e pedi-lhes que os submetessem à poetisa Ruth Guimarães, que atuava na mesma faculdade em que eu lecionava. Depois disso, ela me encontrou no corredor e revelou que passou o final de semana lendo-os e que gostou muito. Ela fez o prefácio do livro e solicitou que o enviasse a Carlos Drummond Andrade. Feito isso, recebi dias depois uma correspondência elogiosa à minha produção, que terminava com um abraço de amizade e de louvação. O fato é que o livro foi parar nas mãos de Tristão de Atayde e difundiu-se rapidamente, inclusive na imprensa. Acabei acreditando que o meu trabalho tinha qualidade. Agradeço ao Rubem Alves. Ele deixa saudade. Até há pouco tempo, estávamos velhinhos: eu com 74 anos e ele com 81.
    Regis de Morais recitou para o amigo o poema "Homenagem", de Antero de Quental, poeta português:
    “Se há nesta vida um Deus para os acasos,
    Que pela humanidade o bem reparte
    Que te dê da fortuna a melhor parte
    Que venturas te dê, sem lei nem prazos.

    Eu, de alegrias tenho os olhos rasos
    de lágrimas, querida, ao vir brindar-te
    Quando vejo que até para saudar-te,
    As flores se debruçam sobre os vasos.

    O meu brinde é sumário, curto e breve
    Se o nome que se quer, quando se escreve
    Move-se a pena com traços ideais.

    Um anjo como tu, quando se brinda
    Tem-se a missão cumprida e a festa finda
    Quebra-se a taça e não se bebe mais.”

    Rubem Alves (en español)

    http://mariotijuano.blogspot.mx/2012/11/rubem-alves-en-espanol.html

    Educar es enseñar a soñar: “de los sueños salen pájaros salvajes que ninguna educación puede domesticar".
    Rubem Alves


    Recuerdo muy bien el día que descubrí a Rubem Alves. Estaba leyendo un libro sobre historia de la educación (Historia de las ideas pedagógicas, de Moacir Gadotti) en la biblioteca de la Ibero Tijuana, frente al ventanal que mira al mar. Había ya pasado los grandes autores: los griegos, San Agustín, Santo Tomás, Comenio, Russeau, Spencer, Durkheim, Dewey, Freinet, Rogers, y casi al final del libro describían el aporte educativo de algunos educadores Brasileños: Fernando de Azevedo, Laurenco Filho, Alvaro Vieira, Freire y en medio de ellos se mencionaba a un autor brasileño que presentaba una mezcla poco común, ecléctico y muy interesante: pastor presbiteriano, psicoanalista, teólogo de la liberación, escritor de cuentos para niños, poeta, académico y educador, ¿su nombre? Rubem Alves. Lo poquísimo que leí me hizo volar con la imaginación por un buen rato. Pensé que si alguien podía llevar a la realidad de las escuelas las ideas de Alves, el mundo podría ser totalmente otro. Desde entonces he querido ser ese alguien.


    Este encuentro fortuito con Alves me hizo buscar información sobre él en internet y encontré muy poco en español y casi nada en inglés. No fue sino hasta la feria del libro de Tijuana (debió haber sido 2007) que me encontré con su primer libro en español: La alegría de enseñar: un libro lúcido, revolucionario  y profundo. En él critica la obsesión de las escuelas actuales, tanto en Brasil como en Latinoamérica, por lograr niveles de "excelencia", y afirma que cuando la maquinaria educacional es más eficiente es cuando se perfecciona la deformación que produce en los jóvenes. Tal deformación consiste en convertir a los seres humanos en instrumentos de producción.

    Alves nos recuerda que los aprendizajes son en realidad la respuesta a desafíos que la vida presenta diariamente y no lo que se produce artificialmente siguiendo un programa diseñado por un burócrata que no conoce la realidad de  los alumnos o de los maestros. Por lo tanto, es necesario re valorar la vida diaria por su capacidad de proporcionar oportunidades para crecer como persona. Esta re-valoración tiene que incluir los saberes adquiridos en la calle, con los amigos, en los espacios en los que transcurre la vida: tiene que ver con volver a recordar aquello que se nos ha hecho olvidar en los procesos educativos que solo buscan producir hombres y mujeres productivos y rentables. Es necesario regresar a la vida real!

    Aquí pongo algunas citas:

    "...que en las escuelas se enseñara el horror absoluto a la violencia y a las armas de cualquier tipo. Quién sabe si algún dia tendremos una Escuela Superior de Paz, que se encargue de hablar del error de las espadas y la belleza de los arados, el dolor de las lanzas y el placer de las tijeras de podar. Que los niños aprendieran también sobre la naturaleza que está siendo destruida por el lucro, y las lecciones del dinosaurio que fue destruido por causa de su proyecto de crecimiento, mientras las lagartijas sobrevivieron..."


    “El programa de la escuela, aquel conjunto de saberes que las profesoras intentan enseñar, representa los deseos de otro, que no es un niño. Quizá un burócrata que entiende poco los deseos de los niños. Es necesario que la escuela enseñe a los niños a tomar conciencia acerca de sus propios sueños"

    " Educar es mostrar la vida a quien aún no la ha vivido. El educador dice: ¡ Atento, apunta ! El alumno lee la dirección apuntada y ve lo que nunca vio. Su mundo se expande, se ve más rico..."

    " Sintiéndose más rico interiormente pude sentir y compartir mayor alegría..."

    " La primera tarea de la educación es enseñar a ver. Los niños a través de los ojos tienen el primer contacto con la belleza y fascinación del mundo..... Los ojos tienen que ser educados para que la alegría aumente "

    " Distingo en la educación dos partes muy importantes :
    - Educación de las habilidades.
    - Educación de las sensibilidades.

    Sin la educación de las sensibilidades , todas las habilidades se tornan sin sentido. Sin la educación de las habilidades, todas las sensibilidades se quedan sin sentido....."



    " Resalto la capacidad de los niños de asombrarse al contemplar lo más simple. Para los niños todo es maravilloso : una lombriz, una concha de caracol, el vuelo de la mariposa, una peonza en la tierra, una cometa en el cielo..... Cosas que los eruditos no ven." 



     En la escuela aprendí complicadas clasificaciones botánicas, muchas fechas señaladas en la historia, nombres latinos, ya olvidados, pero..... no recuerdo ningún profesor que me animara a prestar atención sobre la belleza de un árbol o lo curioso de la simetría que muestran las hojas...."

    " Parece que en aquel tiempo las escuelas estaban más preocupadas porque los alumnos memorizaran palabras que en comprender las realidades que ellas representan. Las palabras sólo tienen sentido si nos ayudan a ver mejor el mundo..... Aprendemos palabras para mejorar los ojos...."

    Rubem Alves y el cuerpo: una reflexión pionera en la teología protestante latinoamericana

    Rubem Alves y el cuerpo: una reflexión pionera en la teología protestante latinoamericana

    Teología: poesía del cuerpo, sobre esperanzas y nostalgias, pronunciadas como una oración.
    R.A., La teología como juego

    Nueva teología en camino hacia una nueva plataforma de pensamiento
    El contacto de Rubem Alves con la teología del misionero estadounidense Richard Shaull, su profesor en el Seminario Presbiteriano de Campinas, fue impactante. A través de ella, muchos teólogos protestantes comenzaron a descubrir el mundo como el lugar de desarrollo y aplicación de las verdades de fe, pero no ya como una serie de abstracciones, sino como un conjunto de elementos que urgía poner a funcionar en las vidas y las experiencias de los seres humanos. Era una “teología encarnacional” en ciernes, que renovaba la visión del mundo, de la Iglesia, de la misión. Se comenzaba a abandonar el celo por las almas, para interesarse por las personas concretas de carne y hueso. Uno de los primeros pasos en este sentido era justamente la revaloración del mundo como un lugar digno de vivirse y de amarse. […]

    La transformación paulatina de estas ideas en su disertación doctoral hizo que Alves esbozara una reconceptualización radical de las creencias religiosas sobre la encarnación y la resurrección para proyectarlas al ámbito de la cotidianidad humana, sin olvidar sus asideros espirituales. Desarrolló allí una línea de análisis inédita hasta entonces, en la que el cuerpo vendría a ser el agente y el espacio de realización de la humanización, como se hablaba entonces. En esta dinámica, el sustantivo central que utilizó el lenguaje de la comunidad de fe (en el Nuevo Testamento) para la recepción y la recreación del “don” es el cuerpo,[1] asumido de múltiples maneras, entre las que enumeró las siguientes:

    1) por medio de él, se establece la solidaridad del mundo con cada persona;
    2) cada uno se ve a sí mismo como “hijo de la tierra” y percibe a la naturaleza como cuerpo y pan debido al origen adámico (en el sentido de tierra, de barro);
    3) la naturaleza se experimenta como un lugar de alegría y felicidad, un jardín para el “placer estético”;
    4) cada ser humano se ve forzado a salir de sí mismo y abrirse al horizonte exterior;
    5) el cuerpo media entre la dimensión existencial humana, su libertad y su amor, y el mundo que lo invita;
    6) se es capaz de fertilizar y transformar el mundo por el trabajo, capacitando a la humanidad para recibir el “don” como algo que es fruto de su creatividad;
    7) posibilita la construcción de una “ciencia de la naturaleza”;
    8) hace que el ser humano piense y dé nombre, en un ejercicio lingüístico-poético a cada cosa creada;
    9) hace persona, individuo, a cada ser humano; y
    10) es la condición previa para la realización de la “comunión”, social y sexual.[2]

    Semejante riqueza conceptual en la comprensión del cuerpo y de la corporalidad traza todo un programa a realizarse en trabajos futuros, aunque anticipándose dentro de un marco que finalmente le resultó muy limitado, el de la llamada “teología de la liberación”, que pretendía afirmar la necesidad de liberar a la humanidad de todas sus esclavitudes, pero que restringiría tal esfuerzo a algunas pocas áreas de la existencia, como la socio-política y económica, cuya relevancia no está en discusión, pero que dejaba poco espacio para otros aspectos de la vida humana.

    Por otro lado, esta revaloración teológico-antropológica del cuerpo, le hace justicia a la perspectiva bíblica unitaria sobre el ser humano, tan escondida de los ojos de la Iglesia debido a la generalizada aceptación acrítica del esquema platonista, enemigo de la corporalidad y de la materia. Siguiendo esta línea, la utopía cristiana se opone a dicho esquema frontalmente, al afirmar que el futuro de la humanidad “se halla en la resurrección del cuerpo”,[3] afirmación materialista a más no poder. O, expresado en un lenguaje “liberacionista”, pero aderezado con el estilo que Alves estaba incubando para expresar realidades que aquél aún no podía intuir ni contener. […]

    Por lo anterior, el cuerpo y el cosmos concentran las posibilidades del triunfo de la vida sobre la muerte, de la alegría vital sobre el nihilismo vacío y desencantado. La humanidad aspira a más, no sólo a aquello que se levanta o se derrumba delante de sus ojos, lo cual es sólo un anticipo, un aperitivo del don que ha de venir, y el sufrimiento y la negación son situados en el horizonte de la liberación de lo bueno y amable que el mundo le presenta al hombre. El mártir alemán Dietrich Bonhoeffer le sirve a Alves para acompañar estas reflexiones: “Sólo cuando se ama tanto la vida y la tierra, que con ella todo aparece acabado y perdido, nos está permitido creer en la resurrección de los muertos y en un nuevo mundo”.[4]

    Es aquí donde se puede apreciar, por fin, la convergencia del mesianismo humanista y del humanismo mesiánico (planteamientos centrales de su tesis doctoral), en que ambos tienen como propósito la liberación del cuerpo, porque es el lugar donde empieza todo. Y es aquí, también, donde el proyecto profético de Feuerbach para la fe cristiana (dentro y fuera de la Iglesia), resuena intensamente: hay que “desteologizar” a la fe para recuperar el verdadero objeto del lenguaje religioso, o sea, la humanidad,[5] lo cual es algo muy similar a lo proclamado por Nietzsche, quien veía al cristianismo, con razón, como un feroz enemigo del cuerpo y de la vida. Marx, a su vez, identifica a los poderes anti-cuerpo en el dogma de la propiedad privada, máxima expresión de la alienación humana, porque “reprime el sentido erótico de la vida y lo sublima a través del poder de la propiedad”.[6] […]

    Hijos del mañana: el cuerpo en libertad
    Ya libre de las exigencias académicas, aunque no exento de rigor, Alves continúa con Hijos del mañana la línea trazada por la última parte de A Theology of Human Hope (título original de su tesis defendida en Princeton), constituyéndose en un formidable intento por hacer de la imaginación el eje de la reflexión, lo que se aprecia desde la estructura de la obra: tres cuartas partes se ocupan de ella. Al mismo tiempo, se identifican autores y se les señala como los falsos profetas del momento (Alvin Toffler, sobre todo, por su “shock del futuro”[7]). Alves ya no era el heraldo de la revolución liberadora de los oprimidos, sino que se había convertido en un fervoroso defensor de la imaginación, la belleza, el cuerpo y la poesía. La reacción no se hizo esperar: algunos teólogos calificaron este libro como no teológico y lo cierto es que, según Alves, tenían razón: “No me propuse escribir teología. Soy más modesto. Me quedo dentro de este mundo y es sobre él que logro hablar”.[8]

    Para él, la magia es “la imaginación apoderándose del cuerpo”, y viceversa, “la imaginación es la forma secreta de la magia”,[9] por lo que, si la magia es irracional, también lo es la imaginación. Freud las interpretó a ambas como expresiones diferentes de un único proceso mental de negación de la realidad. El mago es, por lo tanto, un “neurótico mayor”, porque convierte sus deseos en objeto de su pensamiento, otorgándole a éste la virtud de la omnipotencia. Ahora, para esta teología, el cuerpo será el centro de la existencia y de la fe.

    “El mundo humano comienza con el cuerpo”.[10] Con estas palabras abre Alves una reflexión dirigida a demostrar la “prioridad axiológica” del cuerpo, así como su centralidad en todo lo que tradicionalmente se ha referido a la humanidad, excluyéndolo por estar basado en el presupuesto contrario: “la verdadera humanidad comienza donde el cuerpo toca a su fin”.[11] La represión corporal es uno de los dogmas que han sostenido a la civilización occidental. […]

    La negación del cuerpo tiene consecuencias fatales para la humanidad: ella no puede vivir sólo de pan, necesita sentido: “La producción tiene que proporcionar alegría y satisfacción psíquica. Tiene que convertirse en sacramento”.[12] Pero esto sólo se logra cuando el cuerpo se trasciende a sí mismo y hace surgir lo inexistente. Una vez más, nos encontramos con la imaginación: “El cuerpo del hombre es un emigrante: sale del espacio en el que se encontraba, el que se veía a sí mismo, y que le forzaba a una línea de conducta adaptativa, y va por tanto en busca de otro espacio nuevo que todavía hay que crear”.[13] Se trata precisamente de la transformación de la realidad en pos de un futuro que se vislumbra mejor que el presente. […]

    La afirmación argumentativa o la simple conciencia del cuerpo no son suficientes. Hace falta captar su destino oculto, su vitalidad creadora. Al transfigurarse en la cultura, el cuerpo se transfigura a sí mismo y aquélla se convierte en un universo de valores que pueden aprenderse y experimentarse de maneras completamente distintas según las características de cada uno. Es ahí cuando “el corazón triunfa sobre la 'realidad'“ y “la imaginación da a luz a su criatura”.[14] El cuerpo y la naturaleza resucitan en la cultura de una forma nueva y es en ella también donde la intención de la magia y el juego se realizan. Más allá del cuerpo físico, la humanidad encuentra, con la cultura, “la increíble libertad para morir”:

    Nuestro cuerpo cultural puede desvanecerse, sin que la vida por ello toque a su fin. Por el contrario, mediante la muerte, puede la vida comenzar otra vez. La muerte y la resurrección pueden tener lugar. El hombre ya es libre para abandonar presuposiciones mucho tiempo mantenidas, de lo que en un momento dado fue cultura con significado, pero que con el tiempo ha envejecido y se ha hecho senil. Y conforme esto sucede así, el hombre descubre que más allá de la muerte y la desaparición, es posible el acto creativo una vez más.[15]

    El lenguaje bíblico “nos asegura que para que podamos salvar la vida, el cuerpo, que se ha hecho caduco y senil ¾que ha dejado de ser instrumento de expresión de la vida y ahora actúa para reprimirla¾ debe quedar aniquilado. Tiene que morir. Esto es lo que le proporciona a la vida la posibilidad de crear un cuerpo nuevo por sí mismo. Y entonces resucita con otra forma”.[16]

    Una teología liberadora desde el cuerpo
    Ante tantos desengaños, se va abriendo lugar entonces una teología de liberación que no proporciona recetas, sino que más bien indica “los signos o los frutos del Espíritu”[17]. La humanidad no podía producir el acto creador, debía unirse a él. Los aspectos señalados son insustituibles en la tarea de construcción de esta nueva teología que, explícitamente, rebasa los límites de la reflexión teológica tradicional, para contribuir, con su riqueza particular, en el proceso de “encarnación de la imaginación creadora”. O, para decirlo con otra bella paráfrasis: “Y la imaginación se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos comprobado su gracia, y su verdad, y su promesa”, algo que es acunado en el seno de la comunidad de fe, la “forma social de la imaginación”.[18] La vivencia del juego, la celebración, el baile o el redescubrimiento del cuerpo, como nuevos valores contraculturales no debe de ser como un aperitivo que distraiga de la consecución de los bienes del futuro. […]

    O suspiro dos oprimidos (1984) es una versión académica de O que é religião (1981). Siendo una recopilación revisada de textos ya publicados, alcanza una unidad orgánica extraordinaria por la disposición de los mismos: la primera sección parte de la problemática esencial del lenguaje y sus relaciones con el poder, la cosmovisión y el valor; la segunda, bajo el título “Alienación”, reúne los acercamientos al problema religioso de tres autores fundamentales: Feuerbach, Marx y Freud; la tercera indaga la fenomenología de la religión desde el punto de vista de la patología o la búsqueda de salud; la cuarta es un aterrizaje en el mundo concreto de las tendencias de la sociología de la religión en el Brasil; la quinta sitúa el lugar del discurso religioso en el marco de la relación entre verdad y acción; y la sexta exalta el valor de la vida humana expresada en el utópico proyecto social de la resurrección del cuerpo.

    Alves afirma que el Dios de la religión no se entiende ni se vive racionalmente, de hecho hay tantos dioses, inarmonizables, como religiones, ellos son “hipótesis vitales”, “síntomas de una inmensa variedad de proyectos de vida”, por lo que resulta imposible decir cuál es el verdadero. El discurso religioso surge del cuerpo del ser humano, de cada hombre/mujer, de su unicidad absoluta.

    En el segundo capítulo de La teología como juego (cuyo título original era Variações sobre a vida e amorte),[19] “La resurrección del cuerpo”, Alves comienza a perfilar una variación de la teología de la liberación por su énfasis materialista peculiar: los seres humanos son en primer lugar cuerpos sujetos a la imposición de normas de vida por parte de los sistemas en el poder. Al efectuar una reinterpretación profundamente liberadora de la creencia cristiana en la resurrección en la obvia clave de la corporalidad, emerge un sujeto histórico que ni los más recalcitrantes teólogos de esta línea han afirmado con tanta vehemencia y exactitud. Pero surge otra gran contradicción: la multitud de los cristianos creyentes, guiados por sus gurúes, repiten al unísono: “Creo en la resurrección del cuerpo”, pero su ideología, su discurso, su vivencia y su acción, niegan radicalmente esta confesión de fe.[20] La pregunta de Alves es sumamente explícita: ¿puede haber otro punto de partida más específico que el cuerpo?

    Parece más contundente hablar del cuerpo como “raíz” de esta teología, no porque sea difícil tomarlo como “punto de partida”, según el énfasis del punto anterior, sino más bien porque esta segunda caracterización lo acerca más a las necesidades que aparecen a flor de piel: las corporales como totalidad existencial. “Para quien está sufriendo sólo existe el cuerpo y el dolor: dolor inmenso, que es preludio de la muerte. Muerte que tiene que ver con su cuerpo, único, irrepetible, centro del universo, grávido de deseos. Desde un punto de vista estrictamente humano, la clase social es apenas una forma de manipular el cuerpo”.[21] Así brota una herejía insoportable para los ortodoxos, que no podrían soportar frases como la siguiente: “Y no me vengan con el cuento de que la preocupación por el cuerpo es una dolencia de la pequeña-burguesía. Como si los trabajadores no tuvieran cuerpos y sintieran dolor de dientes con los dientes de su clase social, e hicieran el amor con los genitales de su clase social, y cometieran suicidio con la decisión de su clase social. El cuerpo, en verdad, es la única cosa que ellos poseen y lo tienen que arrendar”.[22] […]

    Los cuerpos humanos condenados: interlocutores privilegiados
    Aquí reaparecen las primeras intuiciones de Alves sobre el cuerpo, ahora con mayor convicción y experiencia. Alves encuentra, en la realidad innegable de los millones de cuerpos humanos, a su interlocutor privilegiado. […]

    Aflora aquí un nuevo reproche contra los teólogos, protestantes y católicos: no han sido capaces de plantearle a los cuerpos humanos la pregunta correcta, no sobre la presencia o la ausencia, sino acerca de “dónde y cómo se da la presencia”, de una manera sacramental absoluta, epifánica. Los católicos erraron con todo y su creencia en la magia de los sacramentos, los protestantes, por su énfasis en la sacralidad de lo subjetivo. El abismo de Dios, la palabra del cuerpo, es el problema. Así como Jesús respondió a las preocupaciones de Juan Bautista sobre el Reino con la contundencia de los cuerpos que él había devuelto a la felicidad, a la vida plena, la teología debe articularse también alrededor de la misma evidencia silenciosa. Jesús no contestó con hermosos circunloquios argumentativos, sino con las realizaciones corporales del Reino:

    Dios gana visibilidad y presencia en el cuerpo de Jesucristo, en el nacimiento, en los actos, en la muerte y en la resurrección de este cuerpo. ¿No será legítimo concluir que la manifestación de su Reino se presentará como el triunfo del cuerpo? [...]
    ¿Y el lugar de la teología? Forma parte de esta sinfonía de gemidos [Ro 8.22-23]: habla sobre Dios, que es la confesión de una nostalgia infinita, que brota de este cuerpo tan bueno y amigo, que puede sonreír, acariciar, plantar, tocar flauta, hacer el amor, entregarse como holocausto por aquellos a quienes ama y también hacer teología.[23]

    La teología surge, pues, ¡como una emanación corporal! y ella, a su vez, le devuelve al cuerpo su valor intrínseco, aquél que le han negado los profesionales de la religión. Pero esta negación también atañe a aquella que les impide a los cuerpos su libre acceso a la belleza de la vida, a la plenitud total querida y promovida por Dios.

    En “El cuerpo de los sacrificados” aparece el aspecto oscuro de este alegre cántico celebratorio de la corporalidad, con lo que se demuestra que Alves no es un hedonista seducido por la fascinación de predicar un optimismo fácil. La ruta que los cuerpos siguen para alcanzar su liberación total está plagada de obstáculos.[24] Se trata del “crepúsculo del cuerpo”,[25] bella metáfora tomada del Eclesiastés que expresa la ambivalencia de este depósito epifánico de esperanzas, puesto que sabe que muere, pero también que es un caudal de posibilidades. La contradicción está en “la danza erótica de la vida” que bailan el cuerpo y el poder: “el mismo poder que hace que los cuerpos dancen y sonrían es el poder que los hace retorcerse y gritar”.[26] La violencia de los que lo ejercen se aplica sobre los cuerpos. De ahí que sean, trágicamente, los torturadores quienes mejor han entendido la relación que existe entre el cuerpo y la personalidad.[27] […]

    Desde estas entrañas surge una nueva teología, más palabras ciertamente, pero fundadoras de un nuevo lenguaje, que intenta ir más allá de su simple enunciación.[28] En la línea profética, esas palabras son ayes, suspiros, profecías, “y con ellas se construyen mundos”.[29] Este salto cuantitativo de un teólogo de la liberación que pasa a convertirse en un  “teólogo del cuerpo” es explicado por el propio Alves en otro lugar:

    Una cuestión que posteriormente se quedó, o tornó muy importante para mí es la cuestión del cuerpo. Comprendí, que todas las luchas que se hacen tienen la única finalidad de hacer que el cuerpo sea feliz.
    No hay absolutamente nada en el mundo más importante que el cuerpo. Si nosotros hacemos la revolución, la única finalidad de la revolución es permitir que los cuerpos no tengan dolor, que los cuerpos no tengan miedo, que puedan dormir en paz, que puedan trabajar en paz, que puedan crear el amor, que puedan tener sus hijos. Que puedan vivir el futuro sin temores, sin angustias.
    Entonces, mi pensamiento sobre Dios se transformó realmente en un pensamiento sobre la liberación del cuerpo. Además, para los cristianos, el más alto símbolo religioso que existe es el símbolo de la resurrección del cuerpo. Resurrección del cuerpo significa por lo menos dos cosas, libertad, dignidad. Son para mí los dos más altos valores de la religión cristiana.[30]

    Alves, pionero de una “teología del cuerpo”
    Si se considera que uno de los principales exponentes de la teología del cuerpo, James B. Nelson, publicó en 1978 su primer libro sobre el tema de la corporalidad y la sexualidad desde la perspectiva teológica[31] y, hasta 1992, una recopilación de ensayos sobre “teología corporal”,[32] se puede comprender de qué forma se anticipó Alves a la reflexión teológica en este campo. Por lo tanto, dicho interés no puede ser entendido como una abdicación o una renuncia, sino más bien como una profundización. Cualquier teología de la liberación, entonces, se hallará a medio camino si no se consagra a luchar programáticamente por la plenificación del cuerpo. En palabras de Alves: “Si los teólogos de la liberación no hablan del cuerpo, yo diría que aún no han escrito el último capítulo de su teología”,[33] entendiendo “último” seguramente en un sentido escatológico, donde la historia de los cuerpos humanos se funde con su destino, con la resurrección, otra vez. […]

    El cuerpo: hambre divina, hambre humana
    En Padre Nuestro. Meditaciones (1987),[34] la petición por el pan cotidiano pone sobre la mesa el problema del hambre, de las bocas ansiosas por obtener alimento, como en una oración universal: “que aquello que ven mis ojos se transforme en alimento: que todo sea un mismo cuerpo, que todo sea un mismo pan”.[35] Pero la humanidad no come su pan como los animales: su pan es amasado con palabras y su vino es fermentado con poemas, porque el cuerpo “para vivir, necesita también de los recuerdos y de las esperanzas que viven en las palabras”.[36]

    La oración está, así, indisolublemente ligada al alimento, sobre todo en la mesa de los pobres, lo que los hace obligatoriamente religiosos, porque no saben si lo tendrán mañana. Los pobres tienen las manos vacías de ídolos, desprovistos de palabras para invocar. Para pedir el pan cotidiano es necesario no tener graneros, sinónimo de abundancia. El pan y la vida vienen de un futuro vacío, de gracia, por eso hay que matar el hambre de hoy con el pan de hoy, no de otro día. El texto siguiente, “Hambre de Dios, hambre de hombre” explora, con motivo de la Navidad[37] las relaciones entre la disposición divina de encarnarse, con todas sus consecuencias, y la necesidad humana. Dios, en aquella  ocasión, comenzó a manifestarse como un Dios hambriento, necesitado, nada ajeno al hambre humana. Sólo que él necesita de los cuerpos humanos para sobrevivir: “Primera eucaristía, invertida, eucaristía de Navidad: recibimos en el regazo al Dios hambriento y le decimos: 'Aquí está mi cuerpo, aquí está mi sangre. Leche maternal. Vida de todos los niños. Chupa. Bebe. Mata tu hambre. Vive”.[38] El hambre humana por Dios es comprensible, pero que Dios tenga hambre de lo humano y que su cuerpo se vacíe y muera sin alimento, es una idea descabellada.

    Dios tiene hambre de los cuerpos humanos porque en ellos está la vida, porque cada cuerpo “fertiliza la tierra”[39] con su trabajo. La Navidad “habla del hambre de Dios, del Dios que es hambre, eternamente humano, a la espera del alimento. Dios nos toma como su sacramento [...] En la Navidad, Dios proclama que el hambre es el sentido del universo”.[40]  Los cuerpos hambrientos son la casa de un dolor permanente por la vida que llega, como un “adviento”, como un evento de gracia. Pero esta hambre también puede proyectarse hacia otras hambres: de justicia, de belleza, de alegría, de aquellas necesidades humanas que aparentemente no son profundas, pero que exigen ser satisfechas. De ahí que la bienaventuranza de los hambrientos tenga tanto sentido, porque en ellos y ellas se profundiza y actualiza el misterio de la encarnación de un Dios hambriento, insatisfecho; y ese es el Dios verdadero. Porque los ídolos crecen en medio de la abundancia, que se ha impuesto como centro de la celebración del nacimiento, como negación del hambre de Dios y, como consecuencia de todos los hambrientos de la historia. El hambre de Dios es una protesta contra esa usurpación. […]:

    Conclusiones
    Para Alves, […] criticar la perspectiva poética de evocación, vivencia y protesta, no es más que una profunda incomprensión del papel subversivo que ha tenido la poesía en la historia de la humanidad. Y ambas salen ganando: la fe, porque adquiere un componente estético que puede poner en su lugar las inclinaciones de absoluto y los ímpetus totalitarios que frecuentemente han poseído a la teología: el “simple” hecho de experimentar la levedad producida por el hecho de que ni Dios cambia, ni hace sentir su ira por los conceptos teológicos “errados” que se manejen, es una gran ganancia para la teología. La poesía, a su vez, puede abandonar sus tendencias hedonistas (poesía pura) para transmitir, sin perder necesariamente su autonomía, las ansiedades y deseos humanos más profundos. Como lo dice Alves:

    Para aquellos que viven en el cuerpo, una palabra es algo que se acoge como quien toma una uva. Algo para comer y beber. Y nos quedamos con ella por lo que ella hace con nosotros. Las cosas buenas que ella recuerda allá en el fondo, la alegría, el cuerpo que se expande para sentir los dolores y las esperanzas de los otros... ¿No es esto lo que hace un poema? Nos sentimos bien allá, en el cuarto, en la noche, en el visgo, en el llanto... Las palabras hacen crecer nuestro cuerpo, nuestros ojos, los oídos, la nariz, la boca... Todo queda más sensible. Olores nuevos, murmullos no escuchados, colores y gestos, mundos submarinos que ahora se ven. Gandhi y Tagore decían que las masas hambrientas esperan un poema, poema que es alimento... Dirán que es magia. Esto mismo...

    La interpretación es el bisturí del cerebro que cercena a la palabra. Y todo se queda como estaba. Pero el poema es la palabra mágica que llama a la vida escondida que habita en nosotros.[41] […]


    [1] R. Alves, Cristianismo: ¿opio o liberación? Salamanca, Sígueme, 1973, p. 225.
    [2] Ibid, pp. 225-227.
    [3] Ibid, p. 228.
    [4] D. Bonhoeffer, op. cit., p. 116. Fragmento de una carta dirigida a E. Bethge, el 5 de diciembre de 1943.
    [5] R. A. Alves, Cristianismo: ¿Opio o liberación?, p. 232.
    [6] Ibid, p. 234.
    [7] A. Toffler, El “shock” del futuro. Esplugas de Llobregat, Plaza & Janés, 1971.
    [8] R. Alves, “Memórias”, en O quarto do mistério. 2ª ed. Campinas, Papirus-Speculum, 1995, p. 197.
    [9] R. Alves, Hijos del mañana. Imaginación, creatividad y renacimiento cultural. Salamanca, Sígueme, 1975, p. 92.
    [10] Ibid, p. 182.
    [11] Ibid, p. 183.
    [12] Ibid, p. 191.
    [13] Ibid, p. 194.
    [14] Ibid, p. 201.
    [15] Ibid, p. 204.
    [16] Ibid, p. 81.
    [17] Ibid, p. 223. Cursivas del original.
    [18] Ibid, p. 228.
    [19] R. Alves, La teología como juego. Buenos Aires, La Aurora, 1982. Este volumen reúne las Conferencias Carnahan presentadas en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), en 1981.
    [20] En esta línea es muy aleccionador el libro Créio na resurreicão do corpo. Río de Janeiro, cedi, 1982, en el que, a través de bellas reflexiones poéticas, Alves desarrolla esta creencia como razón de ser de la vida y de la fe. Cf. R. Alves, “Créio na resurreição do corpo” (Meditación), en Cristianismo y Sociedad, 20, 73, 1982, pp. 67-69.
    [21] R. Alves, La teología como juego, p. 25. Énfasis agregado.
    [22] Idem.
    [23] Ibid, p. 39. Énfasis agregado.
    [24] Siguiendo a Marx, Alves habla de algunos de estos obstáculos en “O que realmente aconteceu” (O poeta, o guerreiro, o profeta, pp. 61, 65): “El cuerpo dejaba de ser un fin en sí mismo y era transformado en un medio de la actividad de economizar, y todos los sentidos, que son órganos de placer, eran reprimidos hasta el punto de ser suprimidos [...] Si el cuerpo no puede ser el 'principio', tampoco puede ser el 'fin'. El cuerpo es algo que debe ser trascendido, dejado atrás”.
    [25] R. Alves, La teología como juego, p. 42.
    [26] Ibid¸ p. 43.
    [27] Cf. R. Alves, Hijos del mañana, p. 185: “Durante milenios han comprendido muy bien que cualquiera que consiga controlar un cuerpo humano consigue también el poder sobre la personalidad. La personalidad es una función del cuerpo y siempre que es incapaz, bien de resolver o bien de proporcionar un sentido de sufrimiento,  se desmorona”. Cursivas de L. C.
    [28] En “Teologia” (Tempo e presenca, 206, marzo 1986, p. ?), Alves prolonga esta comprensión de la teología, con las siguientes palabras: “Teología: saber transfigurado por el amor, saber sabroso, saber que tiene buen sabor, sabiduría, palabras que se anidan en el cuerpo y le dan nueva vida... Mirar para el presente,/ Oír los gemidos de los que sufren./ Oír, desde el pasado, los gemidos de la Gran Víctima./ Mezclarlos./ Transformarlos en poema./ Comerlo, como si fuese sacramento...”
    [29] R. Alves, La teología como juego, p. 55.
    [30] L. Vázquez Buenfil, “Rubem Alves y la teología del cuerpo” [Entrevista], en L. Vázquez Buenfil y E. Pérez Álvarez, Fe cristiana, teología protestante, Iglesia y misión en América Latina. (Entrevistas con tres teólogos protestantes latinoamericanos). México, cupsa, 1987, pp. 24-25. Esta  entrevista se publicó originalmente en El Faro, México, en septiembre-octubre de 1984.
    [31] J. B. Nelson, Embodiment: An Approach to Sexuality and Christian Theology. Minneapolis, Augsburg, 1978.
    [32] J. B. Nelson, Body Theology. Louisville, Westminster-John Knox Press, 1992. Otra obra de importancia es: E. Moltmann-Wendel, I Am My Body: A Theology of Embodiment. Nueva York, Continuum, 1995. Otros textos recientes, de autores latinoamericanos son: J. M. Sung, “Corpo, cristianismo e capitalismo”, en Tempo e Presença, 296, nov.-dic. 1997, pp. 12-13 y L. Silveira Campos, “Pentecostalismo: Entre o desprezo e a recuperação do corpo”, en Idem, pp. 14-16. 
    [33] L. Vázquez Buenfil, op. cit., p. 27.
    [34] R. Alves, Pai Nosso. Meditações. São Paulo, Paulinas, 1987.
    [35] R. Alves, “Meu pão é pra hoje”, en Pai Nosso, p. 97.
    [36] Ibid, p. 100.
    [37] Este texto se publicó, por primera vez, como “Natal: Fome de Deus, fome de homem”, en Tempo e presença, 178, nov.-dic. 1982, pp. 3-6. También apareció, en inglés, bajo el título “Blessed are the Hungry... An Advent Meditation for Vancouver on Hunger and Life”, en The Ecumenical Review, 35, 3, 1983, pp. 239-245.
    [38] R. Alves, “Fome de Deus - fome de homem”, en Pai Nosso, p. 103.
    [39] Ibid, p. 104.
    [40] Ibid, p. 105. Cursivas de L. C.
    [41] R. Alves, “Magia”, en Tempo e Presença, 183, julio 1983, p. 8.